Y es que la restricción calórica de los animales sometidos a
los experimentos implica que solo pueden comer un 70% de lo que ingieren
normalmente. En estas condiciones, los ratones no sufren ni obesidad ni
diabetes, tienen un mayor rendimiento cognitivo y mejor memoria, aumentan su
capacidad de aprendizaje y son menos agresivos. Tampoco desarrollan alzhéimer a
edades avanzadas o lo hacen con síntomas menos severos que los que se alimentan
de manera normal. "Hay una relación entre las enfermedades metabólicas y
el declive en las capacidades cognitivas", concluyen los científicos.
Y todo gracias a CREB1, que entre otras cosas activa a unas
proteínas llamadas sirtuinas, que parece tener parte del secreto de la fórmula
de la "eterna juventud". Eliminando la molécula CREB1, sin embargo,
todos los beneficios de la restricción calórica se esfuman. "Hemos
identificado al mediador clave de los efectos de la dieta sobre el
cerebro", añade Pain.
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