En México el albur está en todas
partes, en la comida, en los oficios, en el cuerpo… cualquier palabra cobra
doble sentido y la combinación de verbos y sustantivos, acompañados de gestos y
sonrisas, se convierten en un albur; el lenguaje popular que, según los
expertos, podría ser un buen método educativo porque requiere de un amplio
vocabulario, atención y destreza mental en pocos segundos.
Hay personas que hacen del decir
un arte, una jerga genital que pone colorados a los más transparentes y hace
explotar, palabra a palabra, la risa de los acompañantes. Y es que el albureo
gira en torno a metáforas simbólicas sobre elementos sexuales y existe todo un
catálogo de conceptos más o menos alusivos para referirse a ellos disfrazados
de expresiones inocentes y ordinarias.
El albur es un acto de someter a
prueba la agilidad mental de alguien. Por definición éste nunca puede ser
inocente, pero sí involuntario, pues se define como un juego de palabras que
lleva implícito o explícito una connotación sexual que se puede desprender de
cualquier conversación.
Hay quienes creen que el albur es
algo de gente maleducada (aunque no utiliza palabras malsonantes),
característico de las cantinas y las clases sociales más bajas, aunque
reconocen que hace falta mucho ingenio para poder emplearlo.
Sin embargo, otros toman al albur
como la esencia de la picardía mexicana. El guionista mexicano Benjamín Cann es
uno de ellos. “La gente que critica al albur es porque no entiende un código,
el de la mexicanidad sexual, que es riquísimo, metafórico y poético. Personas
como ellos serían, en las normas del albur, los llamados ‘autogoleros’, es
decir, los que pierden la competencia por no saber responder”.
Durante años su uso se atribuyó,
sobre todo, a personas de escasa educación, por lo que se le relacionaba con
groserías y majaderías, con el uso siempre frecuente del lenguaje propio del
caliche (jerga que se usa entre la gente de clases social baja y media baja, o
el lenguaje de alguna región o país), pero por su complejidad ha atraído a no
pocas personas de gran nivel cultural, las cuales buscan e incluso elaboran un
albur más sutil y difícil, ya que las expresiones deben evitar toda connotación
grosera o peyorativa.
El albur es un mete y saca de
frases en un juego de palabras en el que
se hace una competencia sexual en tono de broma entre los participantes, y gana
el que deja callado, sin posibilidad de respuesta, a su interlocutor.
Aunque existen muchos albures
prefabricados, el verdadero alburero es el que sabe improvisarlos al frenético
ritmo de la conversación. De hecho, emplear las fórmulas más conocidas o tardar
en dar una respuesta son claros síntomas de debilidad del contrincante.
Albures como juego mental
Algunos de estos ejemplos existen
en nombres. Primero ellas: Sra Lola
Meras Ohih, Srta. Rosa Melcacho, Sra Tecla Varela Bara, Alma Maria Rico, Pilar Godoy, Mónica Galindo de Águila, Alma Cano Merrosas. Para ellos también hay:
El Cardenal Gas Das, Jose “Boquitas” Veloz, Benito Camelo, Agapito Lopez Casteh
o Antonio T. En Sancho. Pero si lo que buscan es un lugar para vacacionar,
quizá quieran visitar: Tejeringo el Chico, San Casteabro o Sumosoltlan el
Grande, donde se encuentra el lago Saraz.
Los albures hacen de una
conversación amistosa una verdadera riña de términos y alusiones que ponen en
evidencia la agilidad mental de los contrincantes. Se cree que el albur es cosa
de hombres, pero Lourdes Ruíz ya demostró que eso quedó en el pasado. En 2007
fue designada la campeona nacional de los albures y hasta ahora nadie ha
logrado destronarla.
Lourdes asegura que si la
Secretaría de Educación Pública diera clases de albures, los mexicanos seríamos
muy buenos en matemáticas, física,
química o en geografía, porque todo es usar el cerebro.
Y es que aunque los albures
parezcan algo fácil, la complejidad de pensamiento que generan en el cerebro es
mayor a la que se produce a la hora de resolver un problema complejo de
matemáticas, pues se debe estar atento a lo que se dice a todo momento.
Aprender a escuchar y ser capaces de, en este caso, responder de manera
certera, ayudan a mantener el cerebro en excelente “forma”. Por eso el albur es
algo más que un simple juego de palabras, es, en términos más estrictos, un
juego mental
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