jueves, 6 de marzo de 2014

El albur: el mete y saca de la palabra



En México el albur está en todas partes, en la comida, en los oficios, en el cuerpo… cualquier palabra cobra doble sentido y la combinación de verbos y sustantivos, acompañados de gestos y sonrisas, se convierten en un albur; el lenguaje popular que, según los expertos, podría ser un buen método educativo porque requiere de un amplio vocabulario, atención y destreza mental en pocos segundos.

Hay personas que hacen del decir un arte, una jerga genital que pone colorados a los más transparentes y hace explotar, palabra a palabra, la risa de los acompañantes. Y es que el albureo gira en torno a metáforas simbólicas sobre elementos sexuales y existe todo un catálogo de conceptos más o menos alusivos para referirse a ellos disfrazados de expresiones inocentes y ordinarias.
El albur es un acto de someter a prueba la agilidad mental de alguien. Por definición éste nunca puede ser inocente, pero sí involuntario, pues se define como un juego de palabras que lleva implícito o explícito una connotación sexual que se puede desprender de cualquier conversación.
Hay quienes creen que el albur es algo de gente maleducada (aunque no utiliza palabras malsonantes), característico de las cantinas y las clases sociales más bajas, aunque reconocen que hace falta mucho ingenio para poder emplearlo.

Sin embargo, otros toman al albur como la esencia de la picardía mexicana. El guionista mexicano Benjamín Cann es uno de ellos. “La gente que critica al albur es porque no entiende un código, el de la mexicanidad sexual, que es riquísimo, metafórico y poético. Personas como ellos serían, en las normas del albur, los llamados ‘autogoleros’, es decir, los que pierden la competencia por no saber responder”.
Durante años su uso se atribuyó, sobre todo, a personas de escasa educación, por lo que se le relacionaba con groserías y majaderías, con el uso siempre frecuente del lenguaje propio del caliche (jerga que se usa entre la gente de clases social baja y media baja, o el lenguaje de alguna región o país), pero por su complejidad ha atraído a no pocas personas de gran nivel cultural, las cuales buscan e incluso elaboran un albur más sutil y difícil, ya que las expresiones deben evitar toda connotación grosera o peyorativa.
El albur es un mete y saca de frases en  un juego de palabras en el que se hace una competencia sexual en tono de broma entre los participantes, y gana el que deja callado, sin posibilidad de respuesta, a su interlocutor.
Aunque existen muchos albures prefabricados, el verdadero alburero es el que sabe improvisarlos al frenético ritmo de la conversación. De hecho, emplear las fórmulas más conocidas o tardar en dar una respuesta son claros síntomas de debilidad del contrincante.



Albures como juego mental
Algunos de estos ejemplos existen en nombres. Primero ellas:   Sra Lola Meras Ohih,  Srta. Rosa Melcacho,  Sra Tecla Varela Bara,  Alma Maria Rico, Pilar Godoy,  Mónica Galindo de Águila,  Alma Cano Merrosas. Para ellos también hay: El Cardenal Gas Das, Jose “Boquitas” Veloz, Benito Camelo, Agapito Lopez Casteh o Antonio T. En Sancho. Pero si lo que buscan es un lugar para vacacionar, quizá quieran visitar: Tejeringo el Chico, San Casteabro o Sumosoltlan el Grande, donde se encuentra el lago Saraz.

Los albures hacen de una conversación amistosa una verdadera riña de términos y alusiones que ponen en evidencia la agilidad mental de los contrincantes. Se cree que el albur es cosa de hombres, pero Lourdes Ruíz ya demostró que eso quedó en el pasado. En 2007 fue designada la campeona nacional de los albures y hasta ahora nadie ha logrado destronarla.

Lourdes asegura que si la Secretaría de Educación Pública diera clases de albures, los mexicanos seríamos muy buenos en matemáticas, física,  química o en geografía, porque todo es usar el cerebro.
Y es que aunque los albures parezcan algo fácil, la complejidad de pensamiento que generan en el cerebro es mayor a la que se produce a la hora de resolver un problema complejo de matemáticas, pues se debe estar atento a lo que se dice a todo momento. Aprender a escuchar y ser capaces de, en este caso, responder de manera certera, ayudan a mantener el cerebro en excelente “forma”. Por eso el albur es algo más que un simple juego de palabras, es, en términos más estrictos, un juego mental

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