viernes, 25 de octubre de 2013

Literatura. Las mujeres de G. de Maupassant. Carlos Maciel

José Woldenberg, ex consejero presidente del IFE, no solo sabe de ciencias políticas, es conocedor de la buena literatura, aquí va una muestra.
Las mujeres de Maupassant
José Woldenberg
4 Jul. 13

El 6 de julio de 1893 murió Guy de Maupassant. Se cumplirán 120 años dentro de dos días. Mauro Armiño tradujo e integró una antología de sus cuentos para la editorial Siruela a la que tituló Todas las mujeres (2011). Una canasta de relatos vivos y expresivos de las distintas condiciones de la mujer a fines del siglo XIX francés (fueron escritos en los años ochenta). Aparecen en ellos viudas, campesinas, prostitutas, lesbianas, aristócratas, asesinas, madres, dibujadas con trazos finos y comprensivos, exactos e incisivos.

Maupassant es un pintor exuberante de paisajes y ambientes, sus imágenes son abarcadoras, cargadas de detalles y destellos luminosos, pero es un inmejorable retratista de las relaciones sociales a las que observa en toda su complejidad y tensiones, y también plagadas de prejuicios, antivalores, intereses mezquinos. Mira con una distancia crítica suficiente, lo que le permite develar tras la aparente normalidad en la que transcurren las vidas un cúmulo de relaciones retorcidas, inclementes, pero también chuscas, gozosas. A veces opta por la ironía o la comedia, en otras por la tragedia, el drama o el melodrama. Sus acentos son tan variados como sus temas y el mural que confecciona Armiño resulta portentoso.

Hay para todos como en botica. La terrible venganza de una madre a la que le han asesinado a su hijo, perpetrada con paciencia, frialdad y contundencia ("Una vendetta"), al lado del hilarante relato de un pobre hombre que acude ante el juez porque se prestó para hacerle un hijo a su vecina a cambio de 100 francos y durante el juicio se entera que como la buena señora dudó de su competencia, había hecho lo mismo con otra media docena de hombres, lo que impedía saber de quién era el hijo y por ello no le quería pagar (uf, ¡si ya hubiesen funcionado las pruebas de ADN!) ("El caso de la señora Luneau") o la apología de los bigotes de los hombres que hace una mujer encantada con las "cosquillas deliciosas" sobre los labios, el cuello y algunos escondrijos ("El bigote").

Maupassant devela el clasismo, la discriminación y el desprecio que sobre una generosa prostituta ejercen un mayorista de vino y su mujer, el propietario de tres hilaturas y oficial de la Legión de Honor y su señora, el conde y la condesa Hubert de Bréville, dos monjas y un hombre de avanzada, republicano y demócrata (una especie de sociedad francesa en miniatura). En su huida ante el embate de las tropas alemanas, no dudarán en ofrendarla para que pase una noche con un oficial enemigo, si esa es la condición para seguir su camino. Bola de sebo es una recreación del ejercicio de la doble moral, de la capacidad para sacrificar lo que no es propio, del pragmatismo más llano, y es quizá la novela corta más conocida de Maupassant, pero no es el único en el que una puta resulta más valiente y ejemplar que el resto de sus semejantes. En el cuento "Mademoiselle Fifí", en medio de una orgía con oficiales alemanes, una prostituta degüella a un teniente hocicón que se vanagloria de que han sometido a Francia y son dueños incluso de sus mujeres.

Maupassant tiene la virtud de usar sus relatos como cuchillos que diseccionan muchas de las consejas consagradas, los hábitos mayoritarios, los valores epidérmicos. Así, una abuela instruye a su nieta que "el matrimonio y el amor no tienen nada que hacer juntos". Ambos -dice- son necesarios; el primero se apoya en la ley y es producto de los hombres, mientras el segundo deriva del instinto y de la voluntad de Dios. Recuerda, regocijada, que "si una de nosotras, entre las mayores damas de Francia, hubiera vivido sin amante, toda la corte se habría reído" ("En otro tiempo"). Con ironía relata los trastornos de una joven virgen e ingenua que llega a su noche de bodas sin información alguna ("¿Rabiosa?") o en tono dramático la historia de una lamentable inglesa, que parecía "un arenque ahumado con papillotes", dedicada en exclusiva a honrar a Dios, y que acaba suicidándose ante la frágil constatación de un amor platónico defraudado ("Miss Harriet"). La virtud cándida genera males indescifrables, parece decir.

El libro de casi 800 páginas contiene 73 cuentos y en ellos los personajes centrales son mujeres. Está presente una fascinación para nada disfrazada por ellas. Armiño informa que un cuento, "Mosca", es un relato autobiográfico de la etapa juvenil de Maupassant y su pandilla de remeros en el Sena. Ahí, GM escribe que les resultaba indispensable incorporar a sus andanzas a alguna mujer porque eso "mantiene la mente y el corazón despiertos, porque anima, divierte, distrae, sazona". No en vano ese relato puede leerse como un homenaje a una jovencita "vivaracha, saltarina, bromista y llena de gracejo" que sedujo a los cinco compañeros. Eran los años, escribe Maupassant, en los que "llevaba en el corazón mil deseos modestos e irrealizables que doraban mi existencia con todas las esperanzas imaginarias". Hoy, concluye, "no sé realmente qué fantasía podría hacerme levantar del sillón en que me adormilo".


 


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