LA MEDIDA DE LOS VERSOS.
Los versos constan de un número de sílabas
determinado, pero debes tener en cuenta que las sílabas métricas de un verso no
coinciden necesariamente con las sílabas fónicas.
Para contar bien las sílabas métricas de un verso
es necesario fijarse en el acento de la última palabra del
verso:
·
Si esa palabra es
aguda, hay que añadir una sílaba más: "Y en mi camino fatal":
7+1=8.
·
Si es llana, el número
de sílabas métricas permanece sin variación: "Pura, encendida rosa":
8.
·
Si es esdrújula, hay
que restar una sílaba: "Eso no es corazón...es una máquina"13-1=12.
Hay que tener en
cuenta, además, algunos fenómenos métricos que influyen en la medida
de los versos:
·
La sinalefa.
Se produce por la unión, en una sola sílaba, de la vocal final de una palabra y
la vocal inicial de la siguiente. (cuan-do-a-vi-ses > cuan-DOA-vi-ses). En
métrica, esta fusión es obligatoria.
·
La diéresis. Consiste
en forzar al verso a medir una sílaba más, mediante la conversión de un
diptongo en un hiato. (rui-do > ru-i-do). Es una licencia que las
reglas de la métrica permiten al poeta.
·
La sinéresis. Consiste
en forzar al verso a medir una sílaba menos, al reunir dos vocales fuertes (de
sílabas distintas) en una sola sílaba. (a-hora > AHO-ra)
Según la medida obtenida,
los versos se clasifican en dos clases:
·
Versos de arte
menor: los que miden hasta ocho sílabas.
·
Versos de arte
mayor: de nueve sílabas o más.
Los
versos, por su número de sílabas, se reconocen con los siguientes nombres:
bisílabo (2), trisílabo (3), tetrasílabo (4), pentasílabo (5), hexasílabo (6),
heptasílabo (7), octosílabo (8), eneasílabo (9), decasílabo (10), endecasílabo
(11), dodecasílabo (12), alejandrino (14), y, a partir de esta medida, no
tienen nombre; sólo su número de sílabas.
REDONDILLAS
Sor Juan Inés de la
Cruz
Hombres necios que acusáisa la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
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