La ortografía se puede describir
como: es el uso correcto de las letras para escribir palabras. Concretamente el
término ortografía subraya que las letras se usan de acuerdo con unas
determinadas convenciones que se expresan a través de un conjunto de normas.
Éstas establecen el uso correcto de las letras y los demás signos gráficos en
la escritura de una lengua cualquiera en un tiempo concreto. La escritura
alfabética es en su origen una escritura fonética, ahora bien, no existe
alfabeto alguno que sea una representación exacta de su lengua. Incluso en el
caso del español, que es junto al alemán una de las lenguas que mejor
representa su fonética, existen 28 letras para representar sus 24 fonemas
básicos.
Esto demuestra que un solo fonema
puede escribirse con más de una letra, como el palatal /y/, que se puede
escribir según las normas ortográficas con la letra y o con el dígrafo ll; el
fonema velar /x/, que se escribe por medio de las letras g o j (y en México
también x); o el fonema /s/ que para los latinoamericanos en general se escribe
con las letras c, s y z, y en algunas palabras de origen náhuatl con la letra
x. En otras lenguas el desajuste entre la fonética y la ortografía es mayor,
como por ejemplo en el caso del inglés, donde sólo un 25% de las palabras se
escriben siguiendo una adecuación fonética. Además, hay que tener en cuenta que
la pronunciación de una lengua varía de forma notable tanto en el espacio, por
lo que aparecen los dialectos, como en el tiempo. Por otro lado, algunas normas
ortográficas son de origen gramatical y no fonético como por ejemplo el
escribir con mayúscula cualquier nombre propio, o escribir n ante f o v. Esta
exigencia gramatical se aplicará incluso a los neologismos que puedan entrar en
la lengua.
La ortografía no es un mero
artificio que pueda cambiarse con facilidad. Un cambio ortográfico representa
un cambio importante en una lengua. La ortografía es el elemento que mantiene
con mayor firmeza la unidad de una lengua hablada por muchas personas
originarias de países muy alejados. Esto ocurre con el español, el árabe, el
inglés o el francés, por poner algunos ejemplos. Si la ortografía cambiara para
ajustarse sólo a criterios fonéticos, el español podría fragmentarse en tantas
lenguas como regiones del mundo donde se habla, pues poseen algunos hábitos
articulatorios diferentes, y si se representara en la escritura, con el paso
del tiempo aparecerían graves problemas de comprensión que conducirían a la
incomunicación. La ortografía no es sólo un hecho estrictamente gramatical,
sino que también obedece a motivos claramente extralingüísticos.
En la escritura del español se
observan tres grandes etapas, que coinciden en términos generales con los tres
momentos de su evolución histórica. Los primeros documentos que se escriben en
castellano no se ajustan a una única norma ortográfica, porque no existía, pero
a partir del reinado de Alfonso X sí se detecta una cierta uniformidad; ésta es
quizás la escritura más fonética de la historia del idioma, porque intenta
reproducir las creaciones recientes de una lengua que pugna por ocupar el lugar
del latín como lengua culta. Por ejemplo, en esta gráfica medieval tienen su
lugar consonantes hoy desaparecidas: ss, que correspondería a un sonido sordo
de [s] en posición intervocálico, ç para un sonido [ts], que desapareció siglos
después y algunos otros.
En el siglo XV Nebrija escribe su
Gramática de la lengua castellana y fija en ella la primera norma ortográfica
que reproduce y retoca el humanista Gonzalo Correas en el siglo XVII, aquí se
consagra que la diferencia entre b y v es sólo ortográfica pero no fonética. De
acuerdo con ella, se publican y editan los textos del Siglo de Oro. Los cambios
fonéticos de la lengua hablada, que se habían iniciado con la propagación del
castellano por el mundo, habían concluido y se hacía necesaria una nueva norma
ortográfica que los fijara y divulgara a regiones tan extensas como alejadas:
por esta razón en 1741 la Real Academia Española publica la Ortografía que está
prácticamente vigente hasta el siglo XX. En el año 1959 la Academia publica las
Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía que se distribuyen por las estaciones de
radio, por las redacciones de los periódicos y se pactan con las otras
academias de la lengua del continente americano lo que garantiza su
cumplimiento y asegura un único criterio para la lengua literaria impresa. Aquí
reciben el mismo tratamiento tanto las normas referidas a la escritura de las
palabras como las referidas a los demás signos que necesita la escritura.
En otras lenguas, las reformas
ortográficas proceden también de hechos relacionados con los cambios fonéticos
y gramaticales que cada una sufre a lo largo de su historia; así el holandés,
el francés o el noruego, por citar algunos ejemplos, han sufrido recientes
reformas ortográficas que han patrocinado sus gobiernos respectivos, porque
durante el siglo XX todas las lenguas han conocido la necesidad de adoptar
préstamos procedentes de la revolución tecnológica, informativa y científica;
todas están en contacto y se hace necesario fijar con nitidez las
características peculiares de cada una. Ello sin olvidar la presión ejercida
por el inglés que se está consagrando como una auténtica lengua franca. En esta
lengua, la obra de Webster consagró los usos del inglés de Estados Unidos y con
ello sus cambios ortográficos frente a las escrituras del inglés europeo.
En el caso del francés, la
primera fijación de la ortografía coincide también con el siglo XVII y es
resultado de la fundación de la Academia Francesa por Richelieu que obligó y
consagró de forma oficial el uso y las normas de la lengua culta. A finales del
siglo XVIII había tanta diferencia entre la lengua culta y la popular, que una
de las formas por las que los revolucionarios franceses descubrían la condición
de los nobles, era su forma de leer las letras del diptongo oi que correspondía
a los fonemas /e/ para la lengua culta y /wa/ para la vulgar y popular,
consagrándose por razones políticas este valor fonético, sin que ninguna
reforma ortográfica posterior la haya recogido.
Como queda demostrado por todos
estos hechos, la ortografía en una lengua no es tan arbitraria como parece y
responde no sólo a la representación fonética de las lenguas, sino que sobre
todo, supone un elemento de cohesión que fija una norma escrita única en las
lenguas que son comunes a países diferentes.
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