martes, 22 de octubre de 2013

LA CULTURA EN MÉXICO: LA LITERATURA

Por Rafael Catalán Valdés

  La generación de la revista Tierra Nueva ( 1940-1942) se propuso conciliar la tradición con la modernidad.   Fueron sus exponentes mas distinguidos Alí Chumacero y Jorge Gonzalez Durán,  poetas;  el ensayista e historiador Leopoldo Zea  y el crítico José Luis Martinez, cuyas antologías, monografías, prólogos y notas son indispensables para la comprensión historica del fenómeno literario.  Fuentes de primera importancia son sus libros  Literatura mexicana  siglo XX  ( 2 vols., 1949-1950 ),  La  expresión nacional.  Letras mexicanas del siglo XIX  ( 1955 )   y El ensayo mexicano moderno  ( 2 vols., 1958 ).
      A partir de 1940 ocurrió un considerable aumento en la actividad literaria, manifiesto en la proliferación de revistas y en el surgimiento de nuevos valores:  Rueca  (1941-1952), donde escribieron  María del Carmen Millán,  Margarita Michelena, Rosario Castellanos y Guadalupe Amor, entre otras;  Espiga (1944-1945), medio de expresión de Fedro Guillén,  Wilberto Cantón y Bernardo Jimenez Montellano;  Et caetera  (1950 – ) en Guadalajara,  donde se dieron a conocer Juan José Arreola, Juan Rulfo, Adalberto Navarro Sanchez y Emmanuel Carballo, por mencionar tan solo a algunos.
      En la quinta década del siglo XX iniciaron su producción los poetas Rubén Bonifaz Nuño,  Jaime García Terrés,  José Cárdenas Peña, y las poetisas  María Luisa Hidalgo, Dolores Castro, Margarita Paz Paredes y Gloria Riestra.
      Cuando ya la novela de la Revolución  parecía haber agotado sus posibilidades, apareció  en 1947  Al filo del agua de Agustín Yañez, quien enfocó el asunto desde la perspectiva del realismo crítico, lo cual le permitió sobrepasar lo anecdótico para llegar a niveles mas profundos y complejos. Antes había publicado evocaciones y relatos de gran riqueza imaginativa;  despues emprendería la magna tarea  – a menudo interrumpida por sus actividades de Gobernador y de Secretario de Estado- de caracterizar a la sociedad de su tiempo en una serie de novelas :    La creación (1959),  Ojerosa y pintada ( 1960),  La tierra pródiga ( 1960 ), Las tierras flacas ( 1962 ) y Las vueltas del tiempo ( 1973 ) .
      Otros dos jaliscienses advinieron en esos años al magisterio de las letras:    Juan José Arreola,  cuya divisa es la perfección, construyó un nuevo tipo de cuentos, inspirados en sus lecturas  y  no en la realidad,  publicados en Varia invención ( 1949) y en confabulario ( 1952).  Mas tarde manejó símbolos poeticos  ( Bestiario, 1949 )  y  reunió  en La feria ( 1963)   sus recuerdos de Zapotlán,  “arrebatados al olvido gracias al poder de la palabra “.  Juan Rulfo, a su vez,  sacó a luz el mundo interior de los pobladores rurales en los quince cuentos de  El llano en llamas ( 1953 ) y aun consiguió  penetrar al universo metapsíquico en la novela   Pedro Páramo   (1955), obra maestra del realismo mágico.
      En los  años cincuentas cobraron notoriedad las novelas de Ramón Rubín,  Ricardo Pozas y  Carlo Antonio Castro,  de inspiración indigenista,  y las de Luis  Spota;  las obras de teatro  de Luis G. Basurto,  Cantón   y Edmundo Báez;  los ensayos de interpretación filosófica de Emilio Uranga,  Luis Villoro,  Jorge Portilla  y  Ricardo Guerra;  los textos sociológicos de Pablo Gonzalez Casanova  (hijo),  y los vehementes reportazgos  y  ensayos  de Mario Gil,  Fernando Jordán,  Fernando Benitez,  Luis Suarez  y Antonio Rodriguez.
      La suma y réquiem  de la Revolución,  como telón de fondo de un relato,  iba a lograrlos Carlos Fuentes  en  La  región mas transparente  (1958), novela de temo urbano  cuyo  género no se había explotado hasta entonces con tanto éxito,  y en La muerte de Artemio Cruz  (1962 ),  donde narra,  recogiendo las evocaciones de 12 horas de agonía,  el inicio circunstancial, el ascenso, la riqueza y el fín de su personaje,  que bien puede identificarse  con la burguesía.
      A partir de ese entonces la narrativa mexicana parece inclinarse cada vez mas hacia la disección de los procesos introspectivos en los que el hombre se concibe como un ente aislado:  sus estados de ánimo ya no coinciden con las circunstancias exteriores,  su lenguaje resulta  ambiguo para el nebuloso destinatario  y sus acciones no trascienden.  Este desolado mundo está reproducido con preciosismo formal, con la elección cuidadosa de los vocablos y los giros, con la audacia que se requiere para  utilizar  técnicas trasplantadas ya no solo de Europa, sino tambien de Estados Unidos.
      Han escrito asimismo novelas de tema urbano:   Alberto Ramirez de Aguilar,  Maruxa Villalta y Sergio Galindo;  y de ambiente rural:  Rosario Castellanos,  María Lombardo de Caso,  Armando Ayala Anguiano y Alberto Bonifaz Nuño;  obras de teatro:  Emilio Carballido,  Sergio Magaña,  José Ignacio Retes,  Jorge Ibargüengoitia y Hector Azar ;  cuentos y relatos:  Gastón García Cantú, José de la Colina, Edmundo Valadés,  Salvador Reyes Nevares,  Elena Garro,  José Emilio Pacheco,   Tomás Mojarro y Eraclio Zepeda.
      A partir de los años sesentas, la literatura mexicana se ha diversificado considerablemente.  El país entró de lleno a  la modernidad  y ello se reflejó  en la expresión literaria.  El ambiente se cargó de signos novedosos,  de velocidades imprevistas;  al mismo tiempo se hicieron mas patentes las desigualdades sociales y el escritor se sensibilizó,  en mayor o menor medida,  frente a esos contrastes que hacen de México un país en vías de desarrollo.  Los temas urbanos  – sobre todo despues de la primera obra de Carlos Fuentes – adquirieron dentro de la narrativa una preeminencia casi absoluta.
      La poesía resintió menos esa transformación;  pero de cualquier modo, la intensa circulación cultural afectó a la lírica  mexicana,  que amplió el espectro de su mundo temático y abandonó el “tono menor” que desde el siglo XIX la había asediado y definido.  En el teatro la literatura mexicana sufrió en esos años una baja sensible de producción, y solo contados autores destacan.  En acusado contraste, el periodismo literario se practicó con intensidad, y el ensayo apareció como un medio cultural cuya puesta en práctica se volvió cada día mas apremiante.
      Estimados lectores:  En el próximo artículo de este capítulo dedicado a la cultura en México terminaremos con el tema.  Su naturaleza tan extensa  ha hecho imposible el   profundizar mas,  pero creo que nos acercaremos al objetivo buscado:  Despertar el interés  por la cultura  en quienes siguen este blog y que, por una u otra razón, no  han estado  cerca de este apasionante campo del saber humano. Ojalá que  algunos  de mis cuatro o cinco lectores  sientan, primero,  curiosidad,  y despues,   interés,   por leer mas  y  mejor.  Por conocer a los grandes pintores… A los grandes compositores… A los grandes escritores…  Y ,  creanme,  la cultura   mexicana  tiene  mucho que ofrecer… Y los mexicanos  tenemos mucho de que estar orgullosos.

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